La ansiedad no siempre es patológica. Contrariamente, constituye una emoción sana y normal en muchas situaciones. Cuando hay algún peligro, cuando nos encontramos en riesgo, entonces el cerebro dispara un conjunto de mecanismos defensivos orientados a preservar nuestra integridad. La experiencia subjetiva emocional de tal reacción defensiva es lo que sentimos como ansiedad o miedo. Los psicólogos que tratamos la ansiedad, sabemos que en su carácter desagradable también radica parte de su valor adaptativo: queremos poner fin a la ansiedad y, para ello, debemos salir de la situación peligrosa en la cual nos encontramos.

 

Ahora bien, en el tratamiento de la ansiedad también sabemos que es una de las emociones más ligadas a la psicopatología; acarrea mucho sufrimiento y malestar. La ansiedad patológica es exagerada respecto de la amenaza objetiva que la dispara, manifestándose con síntomas de activación que preparan al organismo para una acción defensiva frente a un peligro que no existe.

 

En el plano cognitivo, se presentan pensamientos específicos que sobrevaloran el riesgo; suelen adoptar la forma de preocupaciones más o menos puntuales. En el plano fisiológico, se incrementa la activación de la rama simpática del sistema nervioso autónomo, generándose reacciones como taquicardia, sudoración, tensión muscular. En el sistema motor, se producen las respuestas de evitación y escape, lo cual lleva a abandonar los entornos disparadores de ansiedad o a soportarlos con mucho malestar.

 

¿Por qué un sistema emocional evolutivamente seleccionado para protegernos se transforma en un arma contra nosotros mismos? ¿Por qué la ansiedad se vuelve patológica? La vía más difundida por la cual la ansiedad se vuelve patológica es la genéricamente denominada traumática. Los psicólogos hemos confirmado que una persona adquiere una reacción de miedo patológico porque se establece una asociación entre un evento neutral, con otro que representa una amenaza real.

 

ansiedad

¿Por qué un sistema emocional evolutivamente seleccionado para protegernos se transforma en un arma contra nosotros mismos?

 

 

Un segundo camino por el cual las personas adquirimos miedos patológicos consiste en el aprendizaje por observación de modelos o modelado, estudiado por el psicólogo Albert Bandura. En los humanos, este proceso transcurre de dos maneras diferentes. Por un lado, la observación directa de alguna persona que padece ansiedad patológica puede conducir, particularmente en la infancia, a que el observador adquiera el mismo miedo o alguno relacionado.

 

Los casos más simples son aquellos en los cuales los hijos acaban padeciendo las mismas fobias que sus padres. Por ejemplo, si un niño pequeño observa a su madre reaccionar con miedo cuando se relaciona con extraños, resulta más probable que copie este patrón y que con los años desarrolle alguna forma de ansiedad social.

 

El rostro tenso, un tono de voz entrecortado, conductas de evitación sutiles, entre otras señales de miedo que inadvertidamente la madre envía a su hijo al relacionarse con personas desconocidas, le van dando al niño la pauta de que los extraños pueden resultar peligrosos. Ello siembra las bases para que, juntamente con otros factores, se desarrolle un trastorno de ansiedad social.

 

El modelado también puede efectuarse de manera verbal, a través de las palabras que narran patrones de reacción ansiosos ante eventos que son inocuos. Este proceso también tiene más chances de suceder si la exposición al modelo verbal tuvo lugar durante la niñez, tal y como lo vemos los psicólogos en el tratamiento de la ansiedad. Por ejemplo, un niño observa y, particularmente, escucha a su padre preocuparse por una variada cantidad de temas, desde el dinero hasta la salud y seguridad personal, pero en ausencia de eventos ambientales claros que justifiquen los lamentos. Así por ejemplo, mientras cenan, algunas veces el padre se queja espontáneamente de las dificultades económicas; otras, de los problemas de inseguridad ante la delincuencia. En otro momento, cuando uno de los hermanos se retrasa unos minutos en su llegada a casa, dice frases como “por Dios que no le haya pasado nada” mientras emite señales de activación ansiosa. El niño expuesto a este modelo tiene más probabilidades de aprender que las situaciones ambiguas constituyen una fuente de peligro, sentándose así las bases para un posterior desarrollo de un trastorno de ansiedad generalizada.

 

Y una tercera posibilidad para el desarrollo de los miedos patológicos puede considerarse en términos de la evolución de la especie. Las personas tendemos a desarrollar miedo más fácilmente hacia algunos estímulos que hacia otros. Es común escuchar que la gente les tiene miedo a las alturas, las cucarachas, los sapos o los espacios cerrados como un subte o ascensor; pero casi nunca nos anoticiamos de que alguien padece una fobia a los enchufes, los zapatos o los cuchillos. Claro que enchufes y cuchillos conllevan un peligro mayor que sapos o ascensores. No obstante, la reacción defensiva de ansiedad es ciega respecto de este hecho.

 

Es que, durante millones de años, la vida en nuestro planeta evolucionó en un ambiente muy diferente al de los humanos modernos. En aquel ambiente arcaico, reaccionar con miedo de manera rápida a algunos estímulos críticos podía representar la diferencia entre la vida y la muerte; de allí que se haya facilitado la reacción emocional ante eventos otrora realmente peligrosos. Animales, insectos, espacios cerrados, alturas, son algunos de los elementos que representaron un peligro de muerte para nuestros antepasados. Aunque hoy ya no involucren mayor riesgo para nuestra integridad, el cerebro conserva hacia ellos una facilidad para reaccionar defensivamente. Tanto es así que representa una de las vías por las cuales la ansiedad puede volverse patológica.

 

La hipótesis más fuerte de esta línea sostiene que nacemos con una reacción innata de temor ante estos estímulos preparados evolutivamente y que a través del proceso de socialización, mediante la exposición natural a ellos en nuestra cultura, vamos perdiendo el miedo inicial. Por ejemplo, nuestra reacción instintiva de miedo a las alturas va desapareciendo a medida que nos vamos aproximando a espacios altos protegidos, como balcones y ventanales, contenidos por nuestros cuidadores. Cuando este proceso natural de extinción del miedo biológicamente preparado falla, entonces se darían las condiciones para la aparición la ansiedad patológica.

Fuente:  Ariel Minici, Carmela Rivadeneira y José Dahab

Texto extractado del artículo “¿Por qué la ansiedad se vuelve patológica”, publicado en la Revista de Terapia Cognitivo-Conductual, del Cetecic (http://www.cetecic.com.ar/revista).


4 comentarios

Iván · 5 marzo, 2015 a las 23:14

Excelente artículo. Yo sufro de ansiedad hace muchísimos años, fue a causa de violencia intra-familiar que sufrí y bullying en el colegio. Cada día lucho con mis pensamientos, y es una batalla que realmente cansa. Saludos!

Ernesto Iglesias · 6 marzo, 2015 a las 08:57

Gracias por compartir tu experiencia, Iván. No te resignes: pide ayuda.

miriam · 6 marzo, 2015 a las 21:45

no me queda claro el vínculo entre miedo patológico y ansiedad… por ejemplo…es frecuente escuchar: ‘como por ansiedad’ o ‘el miedo me paraliza’ … parece tratarse de dos emociones bien diferentes…

Ernesto Iglesias · 7 marzo, 2015 a las 10:01

Buena pregunta Miriam. Espero ser claro y breve a la vez. Los Trastornos de Ansiedad se dividen en: Trastorno de Ansiedad Generalizada (no hay temor especifico que lo produzca); Trastorno de Pánico (ataques breves de intenso miedo y terror pero con consecuencias crónicas o temor por las consecuencias); Trastorno Ansiedad Social (un intenso, crónico y persistente temor, acompañado de conductas de evitación, a ser juzgado, avergonzado, humillado o hacer el ridículo en situaciones de interacción social); etc. Como ves, el trastorno de ansiedad y el miedo patológico van de la mano y solo varían sus combinaciones e intensidades
Todo el mundo se siente ansioso de vez en cuando. La ansiedad puede ayudar a mantenerte seguro. Por ejemplo, la ansiedad provoca síntomas fisiológicos que te avisan que tienes que pelear, comer, huir o paralizarte en situaciones peligrosas. Pero aquí nos referimos a cuando la ansiedad…toma el control.

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