La ausencia del deseo

 
La ausencia de deseo es uno de los problemas sexuales más frecuentes en nuestra sociedad. El estrés, los conflictos en la relación, la falta recurrente de momentos de intimidad o el padecimiento de un periodo de astenia están, en muchas ocasiones, en la raíz del problema. 
 
Cuando la inhibición del deseo se siente como un mal perenne, difícil o imposible de superar, cuando un periodo de apatía se prolonga y comienza a causar otros problemas o cuando se ha intentado realizar cambios en la relación y no han surtido efecto, el malestar debe tomarse en serio. 
 
La falta de deseo no es una tontería, un capricho o una situación a la que hay que resignarse. De hecho, el deseo sexual es una emoción que nos prepara para poder vivir una experiencia placentera. Pero sucede que, en ocasiones, no se puede sentir aunque se busque; el deseo se resiste a aparecer, ya que el impulso de desear no sólo depende de la voluntad.
 
Se hacen presentes factores inhibidores y estimulantes, y según el predominio de unos u otros, en diferentes situaciones, el deseo se materializará o no. Por ejemplo, el amor es un gran estimulante para que se haga presente, mientras que el miedo es un fuerte inhibidor que lo anula o desecha.
 

¿Es lo mismo deseo sexual y excitación sexual?

 

No hay que confundir deseo sexual con excitación sexual. La excitación es una respuesta fisiológica que implica manifestaciones físicas como la erección o la lubricación. El deseo es el impulso que lleva a buscar el placer. Es cierto que, en condiciones normales, deseo y excitación actúan de forma conjunta. Sin embargo, en ocasiones puede darse una alta intensidad del deseo y, pese a ello, producirse bloqueos en la excitación sexual. O a la inversa.
 
La ausencia de deseo, sencillamente, se resume en la falta de querer o en no poder disfrutar de un placer. ¿Cómo es posible que esto suceda? Pues sucede, y muy a menudo, a tenor de los datos clínicos de las consultas de especialistas, que confirman que es uno de los problemas que más pacientes genera. Es algo muy corriente, pero al mismo tiempo muy particular, pues cada persona desea o inhibe su deseo por causas diferentes.
 
Falta de deseo sexual

Falta de deseo sexual

 

Qué factores intervienen en la falta de deseo sexual

 

La baja autoestima y el sentimiento de culpa son los dos grandes inhibidores y bloqueadores del deseo sexual, pero en ellos subyacen otras causas que conviene revisar:
  
  • Los miedos: a no dar la talla, a fallar, al ridículo y a exponerse al rechazo; a mostrar y ofertar el cuerpo; a la posibilidad de embarazo o de exponernos a enfermedades de transmisión sexual.
  • Las ansiedades: la principal es la de llegar al orgasmo, como si el goce se tratara sólo de ello.
  • La falta de tiempo y el estrés:las tensiones y las prisas son el polo opuesto de la tranquilidad y el relajo, condiciones necesarias para disfrutar de un placer.
  • Los enfados y conflictos: inmersos en ellos nos bloqueamos y cerramos, lo contrario a lo que precisamos, puesto que el deseo requiere de una actitud abierta a relacionarnos.
  • Los tabúes y prejuicios: la prohibición y la suciedad con la que se ha revestido a los órganos sexuales. La particular interpretación respecto a conceptos como la honra, la integridad y la decencia alejan el placer del juego erótico.
  • La falta de comunicación: no hablar abiertamente de lo que nos gusta, no compartir intimidad, no hacer partícipe a la otra persona de nuestra vulnerabilidad es una manera de se inhiba o se bloquee el deseo.
  • La falta de ilusión y pasión por la vida:una actitud negativa, pesimista, derrotista, apática y rutinaria, que no afronta los riesgos de un cambio, no sirve para gozar.
  • La ignorancia: tanto teórica como práctica del cuerpo sexuado impide la experimentación, base de todo conocimiento del placer y de mantener debidamente erotizado el cuerpo.
  • Algunos medicamentos: determinados ansiolíticos, antidepresivos o fármacos para tratamientos de hipertensión arterial y otros, pueden incidir, aunque no se conocen del todo sus efectos secundarios, por la falta de contrastadas experimentaciones.
 
El deseo sexual como experiencia subjetiva puede ser educado y potenciado, de ahí que su inhibición pueda ser tratada, trabajada y superada. Tanto el hombre como la mujer están preparados por la naturaleza para desear y buscar el placer. Hacerlo de manera satisfactoria, desde el respeto a uno mismo y a los demás, con honestidad a las propias creencias y a las ajenas es una facultad del ser humano que vive en libertad.
 
Fuente: Consumer

1 comentario

Mariano · 8 agosto, 2012 a las 02:49

Me encantó, que exactitud que tienen tus palabras Ernesto.
Veo que la claridad en vos es algo que nunca se ha perdido.

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