Los anglosajones usan esta expresión:  «fake it till you make it», o fíngelo hasta que lo consigas, como estrategia para quienes sufren el síndrome del impostor o baja autoestima. La idea sería que al principio debes trabajar como si fueras bueno, y acabarás siéndolo. Al fin y al cabo, la inmensa mayoría de los “expertos” no lo son, en general, porque hayan nacido con talentos extraordinarios, sino porque han trabajado miles de horas en su campo.

 

Ese fake it till you make it lo que hace en realidad es darte un empujón, colocarte un poco por encima de donde te dejaría tu miedo a no dar la talla. No puedes fingir ser uno de los 10 mejores del mundo en lo tuyo si acabas de empezar, pero sí puedes fingir que estás un nivel por encima del que tienes en realidad. Eso te obliga a cumplir, a trabajar duro, a aprender, a darlo todo para demostrar que estás al nivel que has vendido, y esa es la manera de obligarte a ti mismo a mejorar y progresar.

 

El video que  comparto, se trata de una charla de la psicóloga social Amy Cuddy en la que nos habla de los resultados obtenidos tras estudiar cómo nuestro lenguaje corporal puede cambiar nuestra identidad. Básicamente vuelve a reforzar la idea del “Fake it till you make it” . No sólo nuestro interior determina cómo nos comportamos y actuamos sino que podemos moldear nuestro interior con algo tan simple como cambiando nuestra postura.

 

Amy Cuddy estudia las “posturas de poder” o de apertura, ya observadas en el reino animal, en las que el cuerpo se expande, apareciendo como más grande de lo que aparece normalmente, frente a las posturas que adoptamos cuando nos sentimos intimidados o inseguros, en las que nos encorvamos y encogemos haciéndonos más pequeños. Ha comprobado como los niveles de determinadas hormonas cambian en personas que adoptan estas posturas durante tan sólo unos minutos, independientemente de cómo se sintieran en un principio.

 

La experiencia

 

Dividiendo a la gente en grupos al azar, unos adoptaban posturas de poder,  y otros posturas de inseguridad y empequeñecimiento y después se medían los niveles de cortisol (hormona del estrés) y la testosterona (hormona de la masculinidad, que aumenta la asertividad y la seguridad en uno mismo). En tan solo dos minutos adoptando posturas de poder los niveles de cortisol disminuían y los de testosterona aumentaban, mientras que en el grupo que adoptaba las posturas de inseguridad ocurría justo lo contrario.

 

Por supuesto que las cosas no son tan simples como pedirle a alguien con baja autoestima que se siente en un sillón como lo haría alguien con alta autoestima. Estos procesos suelen ser complejos porque tienen que ver con lo que me vengo diciendo a mi mismo por años y años. Pero es una buena manera de comenzar a «entrenar».

 

Ernesto Iglesias Carranza

 

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies