Cuando comienza a fallar la comunicación entre ambos, cuando se instala el silencio y la distancia, cuando se pierde el deseo de sorprender y ser sorprendido, cuando los encuentros son cada vez más hostiles, en fin, cuando el otro deja de estar al lado para estar en frente y comienza a ser un problema, los psicólogos decimos que la arquitectura de una relación está presagiando una posible ruptura.

 

Este proceso no es silencioso, por el contrario, suele hacer ruido y dar muchas señales. Si sabemos detectarlas a tiempo podremos poner fin a ese vínculo con pocos daños colaterales o rescatarlo del abismo si consideramos que vale la pena luchar por él. En cualquier caso, todo va a depender de los pactos que existan entre ellos y de la capacidad para renovarlos con creatividad.

 

Algunas de esas señales son:

 

1.- Comienzas a resaltar los asuntos más conflictivos:

 

Las parejas que llevan algún tiempo juntas se conocen lo suficientemente bien como para saber cuáles son los puntos más complicados de uno y de otro. Puede ser que en el pasado esos puntos se hayan tocado por accidente, pero en su momento ambos aprendieron de sus errores y llegaron a un pacto para no repetirlos. Pero, cuando todo comienza a ir mal, empiezan a salir a la luz. Y lo peor es que te sientes bien al hacerlo porque lo que está en juego es una cuestión de poder. El virus está actuando.

 

2.- El sexo pierde importancia:

 

Se deja de tener sexo cuando los sentimientos positivos que cada uno tiene hacia su pareja, comienzan a desaparecer. Es difícil tener sexo con la persona que se ve como un impedimento para la felicidad. Incluso cuando la pareja pasa por un momento difícil, es posible que ambos todavía tengan deseos sexuales, pero los reprimen para «castigar» al otro.

 

3.- Comienzas a interpretar las intenciones de tu pareja:

 

Cuando has pasado gran parte de tu vida con una persona, es fácil asumir que sabes siempre cuáles son sus intenciones. La verdad es que la mayoría de nosotros no tenemos unas intenciones tan claras, o si son claras, suelen serlo sobre nosotros mismos y no sobre los demás. El mecanismo que comienza a aparecer en esta instancia es que priorizo lo que creo que está detrás de sus palabras, lo que «me ha querido decir» por encima de «lo que realmente me ha dicho». Una trampa complicada.

 

4.- La interacción se debilita:

 

Cuando todo va bien, los miembros de una relación ven en el otro un refugio, porque son los mejores amigos y se brindan momentos de alegría. Sin embargo, a medida que la tensión se establece, la interacción entre ambos se debilita y la atención de uno por el otro es reemplazada por las fantasías que cada uno tiene sobre su nueva vida, lejos de su actual pareja. Aquí suele comenzar una búsqueda, en una forma emocional o física, de una persona diferente a su pareja para conectarse y sentirse conectado.

 

5.- Comienzas a tomar decisiones solo:

 

Lo que venía ocurriendo hasta ahora, era que ambos miembros de la pareja se preguntaban mutuamente su opinión sobre una gran variedad de temas, desde los más triviales como qué película ver, hasta otros más complicados como la mejor forma de superar un problema económico en la pareja. Sin embargo, cuando te percatas de que esos días quedaron atrás y te encuentras tomando decisiones sin considerar los sentimientos del otro o dejando de lado cómo podrían afectarle, debes preocuparte.

6.- Apelamos al pasado:

 

Cuando te sientes atrapado en una discusión con tu pareja y sientes que estás perdiendo, usas la baza del pasado, buscando un fallo similar que tu pareja haya cometido en ese pasado. Lo utilizas como arma, te interesa ganar y tirar balones fuera, desestructurarlo. Esto tiene como consecuencia, que discutir se transforme en algo que nos aleja y nos hace sentir que ya no somos un equipo.

 

7.- Comienzas a manipular la culpa:

 

Una relación sólo puede funcionar si compartimos la responsabilidad. En cambio, culpar a tu pareja trata sobre tener la razón, sobre ganar y sobre perder. Tienes claro de qué cosas es responsable el otro, pero te cuesta muchísimo analizar cuál es tu parte de responsabilidad. Si te escuchas usar a menudo la palabra “mal” con tu pareja, es muy probable que hayas vuelto al juego de las culpas.

 

8.- Comienzas a comparar lo que aporta cada uno:

 

En una relación de pareja equilibrada, tanto para uno como para el otro, resulta fácil dar y recibir. Pero, cuando todo comienza a complicarse, comienza un juego peligroso en el que, mentalmente o expresamente, comienzas a tomar nota respecto a cuánto contribuyes tú y cuánto lo hago yo. Yo gano más dinero, yo cedo más, yo aporto más amigos a la relación, mi familia nos ayuda más, etc.

 

9.- Comienzas a usar la carta de los sentimientos:

 

Los sentimientos son un aviso estupendo de lo que funciona, o no, correctamente en nuestras vidas. Los sentimientos son importantes y deben ser explorados, pero son flexibles y pueden cambiar. El problema aparece cuando en una discusión de pareja esgrimimos esos mismos sentimientos como completamente inflexibles y actuamos como si nosotros no tuviéramos ningún control sobre ellos. De repente somos infelices y eso es culpa de nuestra pareja, y nunca va a cambiar.

 

Los sentimientos nunca son responsabilidad de otra persona. En medio de una discusión con tu pareja acepta que tus sentimientos pueden ser complicados y que puedes necesitar tratar con ellos más tarde, admite que estos sentimientos no son hechos, y luego tratar de ver cuál es el problema más allá de estos sentimientos y cómo se puede solucionar.

 

10.-Comienzas a usar frases acusatorias:

 

Hay algunas palabras que no tienen cabida útil en una discusión, si se usan para expresar culpa y que suelen comenzar a aparecer en una relación desgastada. ‘Siempre’ y ‘Nunca’ son dos de estas palabras.

 

Nos sirven como paredes y no dan a los demás ningún espacio para la negociación. Y por lo general vienen después de la palabra «tú» aunque a veces se omita. Cuando una pareja está teniendo una discusión y utiliza las frases «tú siempre» o «tú nunca», este es un recurso para culpar al otro: «(Tú) Nunca me prestas atención». Si te escuchas decir este tipo de frases, para y trata de reformular las frases usando «yo» y eliminando la culpa. «(Yo) No me siento escuchado».

 

«Por qué» es otra forma que sirve para hacer que nuestra pareja sienta que está siendo acusada y juzgada. Durante una discusión trata mejor de hacer preguntas que comiencen con «qué» y «cómo», ya que son preguntas más abiertas. «¿Cómo podríamos hacer que nuestro presupuesto dure más tiempo?» suena mucho más útil que «¿Por qué gastas todo nuestro dinero en un par de días?».

 

Ernesto Iglesias Carranza

 

 

 

 

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