Procrastinación. Dejo para mañana lo que puedo hacer hoy.  Posponer no solo afecta el trabajo de una persona, sino que también involucra sentimientos de culpa, incapacidad, disgusto, estrés y en ocasiones depresión. 

Cuando las sensaciones inmediatas de la vista, el olfato, el oído y el tacto excitan nuestro cerebro (sistema límbico), abunda más nuestro comportamiento impulsivo y el “ahora mismo”  nos domina. Se dejan de lado las metas futuras que ocupan  la corteza pre frontal y definitivamente nos vemos seducidos por las diversiones: aunque sabemos lo que deberíamos hacer, no queremos hacerlo, sencillamente, nos atrae más la estimulación inmediata, nos distraemos pro el camino.

Procrastinar no trata solamente de dejar algo para más adelante, aunque proceder de esta forma es parte integral de este mecanismo. La palabra procrastinación proviene del latín pro que significa “delante de, a favor de”, y crastinus, que significa “del día de mañana”. El significado de esta extraña palabra abarca muchísimo más que su definición literal.

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Cuidado!  que la prudencia, la paciencia y el dar prioridad pueden hacer que se posponga algo para más adelante, pero esto no tiene que ver nada con procrastinación. Para hablar de procrastinación es necesario posponer algo, pero de manera irracional, es decir, cuando posponemos tareas o proyectos de manera voluntaria pese a que nosotros mismos sabemos que esa demora nos perjudicará..

 

Cada vez que procrastinamos, somos conscientes de que estamos actuando en contra de lo que nos conviene.  Quien procrastina suele postergar en forma sistemática aquellas tareas cruciales para la vida diaria que debe realizar  y las reemplaza por otras actividades más irrelevantes y placenteras  de llevar a cabo.

 

La procrastinación tiene que ver con todas esas metas que nos pusimos pero dejamos pasar porque nunca encontrábamos la motivación suficiente para dedicarnos seriamente a conseguirlas; tiene que ver con la dieta aplazada indefinidamente y las prisas de última hora para entregar un proyecto con el que nos habíamos comprometido mucho tiempo atrás. También se relaciona con el desorden que se acumula en nuestro escritorio y esos archivos que esperan ser clasificados, mientras nos dedicamos a ver todas las temporadas de nuestras series favoritas o a revisar las páginas de nuestras redes sociales. La procrastinación trata de todos los días que pasan sin que hayamos hecho nada de lo que deberíamos hacer, de los retrasos, las excusas, de las oportunidades perdidas  y al final, de nuestra frustración y sentimientos de haber malgastado las oportunidades.

 

En la procrastinación hay una pésima gestión del tiempo. En general, el  individuo que procrastina suele «sobreestimar» el tiempo que le queda para realizar una tarea importante para su desarrollo o bien «subestimar» el tiempo que requiere. Muchas personas que procrastinan  se auto engañan  y  exhiben una falsa sensación de autocontrol y autoconfianza. Por ejemplo,  hagamos de cuenta que se nos dan tres semanas para presentar un trabajo. En nuestro interior estamos seguros de que solo necesitaremos un fin de semana para hacerlo, e incluso menos tiempo. En el momento en que nos presentan el reto  nos decimos “tengo tiempo de sobra, no es necesario que comience ahora con el trabajo·”  Así que se posterga día tras día una tarea que en principio no nos ilusiona realizar y que, en cierta forma, “ya hemos dado por hecha” en nuestra mente cuando ni siquiera hemos comenzado a realizarla. No obstante, para nuestro pesar, el tiempo pasa  y se acerca el plazo de entrega del trabajo. De repente, nos damos cuenta que no seremos capaces de cumplir cabalmente con el trabajo que se nos ha asignado. Entonces nos angustiamos y vemos que la situación no está bajo nuestro control, y comenzamos a trabajar en ello en forma acelerada y con una inmensa carga de estrés. 

 

La procrastinación es vista por algunos autores como una miopía emocional que solo es capaz de ver el presente. Dejar ilógicamente las cosas para más adelante en el tiempo es una tendencia, no se trata de una cosa inevitable. Si aprendemos a gestionar nuestro tiempo, priorizamos con acierto, mejoramos nuestras habilidades para organizarnos, reconocemos la importancia de desarrollar hábitos saludables, exploramos dentro de nosotros las causas últimas de nuestra procrastinación (aceptando nuestro estado interior) y fomentamos nuestras motivaciones intrínsecas, conseguiremos además de alcanzar un mayor número de metas, muchas satisfacciones y la tranquilidad que nos brinda el deber cumplido a tiempo y a consciencia.

 

Ernesto Iglesias Carranza


2 comentarios

Ricardo · 6 marzo, 2016 a las 14:19

Me resulto muy interesante, sencillamente explicado, una problematica de la que debemos cuidarnos. Gracias por compartirlo!

Ernesto Iglesias · 7 marzo, 2016 a las 09:51

Gracias Ricardo. Me alegro que haya sido de utilidad.

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