Siempre han existido teorías exóticas que han intentado buscarse un lugar en el panorama científico, pero al final han sido descartadas en favor de otras con más pruebas y evidencias. La frenología, por ejemplo, estudiaba los rasgos de personalidad y capacidades teniendo en cuenta solamente el tamaño del cráneo.

Otra fue el mesmerismo, también conocida como doctrina del “magnetismo animal”, propugnaba la existencia de una fuerza etérea inherente a todos nosotros que podemos usar para curar determinados trastornos. Franz Mesmer, un médico alemán del siglo XVIII, afirmaba que ese magnetismo animal era también el mismo responsable de los fenómenos físicos del electromagnetismo que conocemos en la naturaleza.

Según Mesmer los trastornos se generarían cuando el fluido se encuentra bloqueado dentro de la persona en cuestión. Los terapeutas del mesmerismo, que tenían altos niveles de magnetismo animal-humano, identificaban, masajeaban y presionaban aquellas regiones del cuerpo del paciente donde la energía se encontraba bloqueada. Esto recuerda al reiki o la hipnosis, llegando a usar maderas, piedras y metales para amplificar los efectos. Tras este proceso, el paciente experimenta una catarsis y expulsa los males y sus síntomas se aliviaban.

Muy científico no parece, verdad? Pero hace doscientos años tal vez tenía algún un sentido.

Podemos decir que la heredera del mesmerismo es esta técnica tan de moda, que hasta hace publicidad en la revista de nuestro Colegio de Psicólogos, el EMDR (en inglés: Eye Movement Desensitization and Reprocessing). La Desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares.

El terapeuta pide al paciente que imagine la situación que le produce ansiedad y le encomienda a que mire mientras mueve los dedos de ambas manos acercándolos y alejándolos de su cara. Este procedimiento, con leves variaciones, es el núcleo de esta terapia

Su creadora, Francine Shapiro, la desarrolló en 1987. Ella contaba que una tarde, mientras paseaba por un parque, se dio cuenta de que cada vez que acudía a su mente algún tipo de pensamiento perturbador, sus ojos comenzaban a moverse rápida y espontáneamente de arriba a abajo. Sorprendida por el efecto liberador de aquellos movimientos oculares espontáneos, comenzó a experimentar con algunos amigos y compañeros de profesión.

Shapiro les pedía que se concentraran en recordar algún hecho desagradable mientras ella guiaba el movimiento de sus ojos haciéndoles seguir su dedo. Estas primeras experiencias informales tuvieron un gran éxito terapéutico: en apenas una o dos sesiones las personas se veían libres de las emociones negativas que les habían molestado durante años.

Qué es el EMDR

Qué es el EMDR

Años más tarde, esta teoría no ha podido probarse en ninguna de sus afirmaciones. La parte más estudiada, su efectividad clínica, ha mostrado que puede resultar más provechoso que la ausencia de tratamiento y que algunas intervenciones. Por otra parte, la mayoría de autores afirma que esta influencia terapéutica puede deberse a cuestiones ajenas a la técnica en particular. Ya hemos comentado, alguna vez, lo potente que pueden llegar a ser las creencias de un paciente de que esa terapia tan buena de la que todo el mundo habla le podrá curar, recibir la atención y comprensión del especialista… Es decir, no debemos desechar nunca la magnitud del efecto placebo. Pero para curar trastornos más severos y persistentes como el Trastorno Límite de la Personalidad, se necesita algo más.

Una de las obligaciones del psicólogo debe ser analizar las problemáticas que puedan surgir a las personas al ajustarse a su entorno e intentar elaborar herramientas y técnicas para ayudar a que ellas mismas puedan solucionarlas. Sin embargo, en ocasiones se llegan a desarrollar técnicas que se definen como útiles, pero no se muestran las pruebas para confirmarlo.

La ciencia constituye un gran pilar de la sociedad moderna, ayudándonos a desarrollarnos, a vivir y superar nuestros límites. Pero cuando olvidamos la verdadera naturaleza de la misma y empezamos a llamar ciencia a creencias o supersticiones sin fundamento estamos dinamitando la llave de nuestro propio progreso. La validación de una técnica o terapia no es algo baladí, requiere de una cantidad enorme de replicaciones que lo confirmen y una teoría de base sólida. Al fin y al cabo, cuando damos el paso y buscamos ayuda profesional este esfuerzo debe verse correspondido. La Psicología no es una excepción, y tanto los profesionales como sus usuarios debemos aliarnos para dar la importancia que merece a la ciencia crítica y demostrada.

 

Ernesto Iglesias Carranza

 

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