Experimentar la angustia

 

En algún momento de nuestra vida todos experimentamos la angustia en alguna de sus diferentes modalidades. A veces, es una experiencia cotidiana: sentimos angustia al despertar, al comienzo de un nuevo día en el que hay que afrontar trabajo, responsabilidades, decisiones… También puede surgir frente a un día vacío, un día libre, un fin de semana o sorprendernos con su irrupción en un momento inesperado cuando estamos tranquilos y disfrutando, dando lugar a un inexplicable malestar. Sensación de muerte, de ahogo, de opresión en el pecho o en la boca del estómago aparecen como signos de una muerte inminente que paraliza e impide prácticamente vivir. En ocasiones la idea del suicidio surge como un alivio a este sufrimiento.

 

Con frecuencia es un dolor incomprendido por quienes rodean a la persona que lo padece, cansados de ver cómo su amigo, su pareja, su propio hijo o hija les alteran la vida con “sus tonterías”. Apelan entonces a la voluntad diciéndole que “eso no es nada”, que “hay que ser sensatos”, que “no hay nada que temer”. Razonamientos éstos absolutamente inútiles a la hora de afrontar el salir a la calle, montar en metro, coger un avión, ir al trabajo, salir por la noche, entrar en un hospital o sentir algún dolor que, por más leve que sea, es para esa persona síntoma indicador de infarto o de cáncer.

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Frente a la vida, a las decisiones que se deben tomar, a la impotencia del ser humano para dominar su existencia, cada cual reaccionará o se las arreglará de diferentes modos: inhibiéndose de actuar, posponiendo las decisiones o haciendo síntomas de lo más variados. Y aquí podemos incluir una larga serie que va desde los problemas escolares a las enfermedades denominadas psicosomáticas o las drogadicciones.

 

La angustia es un afecto, un sentimiento de displacer, señal de que algo no funciona. Podría hablarse de una señal que advierte de un peligro inminente, timbre de alarma que se pone en marcha frente a los peligros de la vida real (robo, atraco, etc.), siendo en este casos un mecanismo que nos protege y ayuda a cuidarnos; en otras ocasiones, sin embargo, esa señal se activa porque un acontecimiento -incluso banal- de la realidad evoca en la persona un miedo antiguo. Aunque la angustia también puede producirse sin que ningún suceso de la realidad la desencadene y manifestarse como “algo que nos viene de dentro”.

 

Qué podemos hacer?

 

¿Qué podemos hacer con esta señal? Intentar ignorarla es difícil puesto que decir “no pasa nada” no conduce a que la angustia se calme y, aunque se logre momentáneamente, puede volver con igual o mayor fuerza. Otra posibilidad es hacerla desaparecer o calmarla con medicación, opción muy eficaz en ocasiones aunque entraña el riesgo de que la vida de la persona gire en torno a la pastilla, la dosis, el psiquiatra, la receta, la farmacia, los efectos secundarios (que no son pocos) y un largo etcétera. No se trata de negar la medicación sino de administrarla con prudencia para que no se transforme en un problema más.

 

La tercera opción, por la que me inclino, es la de interrogar a esa señal,  preguntarnos: ¿por qué surge?, ¿qué nos está diciendo?, ¿qué es lo que la desencadena?, ¿por qué en ese momento?, ¿relacionada con qué situación?, ¿en que otros momentos de la vida apareció? Es decir, interrogarnos e interrogar a quien nos consulta sobre la “causa”.

 

Es así como cura el psicoanálisis, sin dar instrucciones ni recomendar ejercicios sino ayudando al sujeto a extraer de sí mismo un saber que no sabe que posee. El apropiarse de ese saber es lo que le permitirá dejar de vivir sometido y temeroso del saber de otros, que desde su infancia le han dicho qué es “lo que más le conviene”, y marcándole “el camino que ha de seguir en la vida”.

Laura Vaccarezza

 


2 comentarios

La Maga · 24 junio, 2015 a las 17:30

Muy bueno el artículo y el blog en general. Sobre la angustia escribí en mi post de hoy. http://leelamagabordo.blogspot.com.ar/2015/06/dos-pecados-capitales.html
Te invito a que pases a leerlo.
Saludos desde Argentina

Ernesto Iglesias · 24 junio, 2015 a las 18:37

Muchas gracias. Prometo leer tu blog.

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